Casi llegué a pensar que habíamos llegado bien. No sabía si tal vez el dejó algo allá olvidado, o dejó algo que quería olvidar... Mientras recuerdo ese último instante que lo vi, apenas entraba a mi lugar y de ahí partió a su destino. Ese día es un grato recuerdo, porque sería el último buen recuerdo, así fuese impresión mía.
Con el pasar de los días, algo cambio: las cosas no fueron como antes. El viaje nos cambió; lo cambió. Las respuestas no eran convincentes en la medida que su actitud decía mucho: no tenía de hecho que decir nada para percibir que en el aire se respiraba tensión, como si esa estática se sintiera por todo el cuerpo, de forma que te eriza pero que no sabes describir.
Ahora, una respuesta es clara: el me dejó allá. La imaginación me dió a pensar que podría pasar miles de posibilidades, pero no esa. Lo que mi mente no quería era lo que no esperaba, y estaba sucediendo. Sus palabras son claras, radicales, sin opción de reconsiderar o de refutar: está dicho.
Dejaste caer mis sentimientos, porque ya no los querías más. Se fraccionaron en mil pedazos, así como el cristal que toca el pavimento y se quiebra: de esa manera. Me quedé en un pedazo particular, en el de ese día, el que te molestó, el que no te gustó; no valía otro pedazo, ahí me dejaste y así me querías dejar: otro recuerdo no podía ser más grande o más valioso. Fue el menos esperado -a mi gusto- pero eso quisiste, y es difícil refutarlo; eres terco, eres necio, eres orgulloso.
Y en tu mente se encuentran esos pedazos, pero yo estoy flotando sobre ese momento, en ese oceano de recuerdos y de instantes, como un naufrago mirando a donde poder ir a salvarse: las demás piezas ya no están, ya se van, se comienzan a alejar.
Ese día, cuando me dejaste ahí, sobre ese recuerdo, quisiste dejarme sólo, ya no querías ayudarme, porque no lo viste necesario. Mi mente fue la que pensó que llegamos juntos, pero la tuya me olvidó.
Mi impresión de la verdad es esa: solamente el llegó acá y yo me quedé allá, flotando, moribundo, destrozado, fraccionado, buscando a donde llegar para volver a empezar. Pagué el error más tonto con el precio más alto, y ahora estoy ahí, flotando, esperando, mirando pasar el tiempo hasta percibir en el firmamento una nueva tierra, una nueva oportunidad sin ti.
Si bien no se sabe dibujar, se puede escribir. Pensamientos hechos letras de un joven de la ciudad de Bogotá.
viernes, 19 de julio de 2013
miércoles, 17 de julio de 2013
Renovando.
Estos días he tenido la
oportunidad de compartir con personas que han estado abriéndome los ojos para
proyectar de mi algo mejor. A veces es necesario que alguien que ha probado más
mundo, más experiencias y que han vivido más situaciones, que lleguen a ahondarte
de conceptos, de hacerte surgir dudas y
de moverte el piso con historias que a veces parecen inverosímiles pero que te
abren la mente a pensar que uno puede llegar a ser como ellos, o incluso, mejor,
y vivir, y viajar, y disfrutar de esas experiencias, etcétera.
La renovación nace desde el
principio de aceptar que hay que dejar todo aquello que te frena y dar un paso
hacia adelante, dejando el pasado y renovando tu presente. La cuestión no es la
de pensar en el futuro, porque queremos vivir el camino, no planearlo y así no
disfrutarlo. Entonces, si en la vida la cuestión es soltar para avanzar, ¿por
qué no lo hacemos y siempre nos aferramos a lo presente? Eso es lo que pretendo
indagar acá.
Varios hablan ahora de la “zona
de confort” como el espacio donde piensas que estas bien y que no correrás el
riesgo de sufrir de alguna manera. Sin embargo, el miedo a aceptar nuevas
experiencias de vida nos reprimen a tomar decisiones que aparentemente puedan
ser radicales. Las decisiones son decisiones y ya, y hacer parte de nuestra
vida a cada instante: desde ir a tomar el almuerzo al medio día o a la 1 Pm, o
de tener que dejar la ciudad a un sitio en el extranjero por cuestiones
laborales.
La sociedad nos ha enseñado a que
tenemos que sentirnos conformes con la situación en la que creemos que estamos
bien; eso es bueno y malo al tiempo. El hecho de que estés bien no significa
que tengas que dar un gran salto a descubrir que esa situación puede empeorar:
simplemente quedémonos donde estamos y ya. Pero, ¿y si saltar es llegar a un
sitio mejor?: la cuestión está en intentarlo o no. Muchas veces dejamos de
vivir lo que podría ser las mejores experiencias de vida por pensar que no vale
la pena intentarlo. A lo mejor, aquellas personas que nos cuentan de sus mejores
momentos de vida y de sus mejores experiencias que decidieron vivir sólo por el
hecho de ver que podían vivir, son las personas que tienen las historias de
vida más enriquecedoras.
El vivir está ligado con la
oportunidad de disfrutar esta única vida que tenemos. A veces nos pasamos
frente a un escritorio de trabajo pensando en que mañana y lo demás días serán
repetitivos hasta recibir un salario y así poder pagar las deudas que tenemos.
¿Será que la vida se limita a eso? ¿Es posible pensar que así tiene que ser? Tomar
decisiones radicales no sólo implica cambiar esos estados, también está en que
la vida puede ser mejor: más divertida, más alegre, con momentos que valgan la
pena recordar y así, más adelante, uno pueda mirar en una retrospectiva que
alguna vez hice eso, y solté ese momento para vivir uno mejor, así
sucesivamente.
Ahora, desde mi perspectiva,
alguien me abrió los ojos a que las cosas se pueden hacer sólo si uno se las
propone. Me aventé a vivir esas experiencias y me alegro poder sentir que las
he vivido. Siempre miro hacia atrás con la convicción de que son vivencias que
no olvidaré, porque él me enseño que hay que disfrutar de todos los momentos,
de principio hasta el posible final. Este momento durará lo que tenga que durar
y después seguirán otros a los cuales aplicaré lo aprendido y me aventaré a
seguir viviendo. El miedo de estar ahí, como uno más, se desvanece en un
trabajo muy personal de querer darle algo de emoción a esta vida que tengo y
que tengo que vivir.
Los invito a que vivan al máximo
cada instante. La vida en si no es fácil ni sencilla, pero esos son los
detalles que realmente le dan un sentido propio y hacer que valgan la pena. El
detenernos a no vivir más por el conformismo de pensar que ya tenemos todo, no
es del todo cierto: la vida es muy grande y seguro las experiencias son tan
incontables como las mismas personas que nos podamos encontrar en el camino. Y
ya, vive lo mejor posible, alégrate de los buenos momentos y mira el vaso medio
lleno con los que no.
martes, 16 de julio de 2013
De vuelta.
A veces retornar es difícil. Uno
nunca sabe que puedan decir, que puedan pensar, o incluso los motivos de esa
decisión. Como cualquier llegada a un espacio ya habitado, se reviven
nostalgias y también se acuerda uno porque quiso dejar de lado eso; una
dualidad de sentimientos entran en conflicto, pero la decisión ya está tomada y
volví.
Los días mientras estuve lejos
han sido complicados: los sucesos vividos me han de poner a pensar que he
vivido muchas cosas en poco tiempo. Amores, desamores, decepciones, el grupo,
la familia, trabajos, la tesis, nuevos amigos, nuevos enemigos, los de siempre,
los de ayer, los de hoy, los que vendrán, los viajes, las giras, los chismes…
Si me pongo a pensar de todo lo
que he hecho, supongo que a veces estos espacios se quedan cortos para ahondar
en tantos detalles. Sin embargo, una que otra cosa se puede decir, porque
siempre hay algo que decir. ¡Pero qué decir!
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