viernes, 19 de julio de 2013

Náufrago.

Casi llegué a pensar que habíamos llegado bien. No sabía si tal vez el dejó algo allá olvidado, o dejó algo que quería olvidar... Mientras recuerdo ese último instante que lo vi, apenas entraba a mi lugar y de ahí partió a su destino. Ese día es un grato recuerdo, porque sería el último buen recuerdo, así fuese impresión mía.

Con el pasar de los días, algo cambio: las cosas no fueron como antes. El viaje nos cambió; lo cambió. Las respuestas no eran convincentes en la medida que su actitud decía mucho: no tenía de hecho que decir nada para percibir que en el aire se respiraba tensión, como si esa estática se sintiera por todo el cuerpo, de forma que te eriza pero que no sabes describir.

Ahora, una respuesta es clara: el me dejó allá. La imaginación me dió a pensar que podría pasar miles de posibilidades, pero no esa. Lo que mi mente no quería era lo que no esperaba, y estaba sucediendo. Sus palabras son claras, radicales, sin opción de reconsiderar o de refutar: está dicho.

Dejaste caer mis sentimientos, porque ya no los querías más. Se fraccionaron en mil pedazos, así como el cristal que toca el pavimento y se quiebra: de esa manera. Me quedé en un pedazo particular, en el de ese día, el que te molestó, el que no te gustó; no valía otro pedazo, ahí me dejaste y así me querías dejar: otro recuerdo no podía ser más grande o más valioso. Fue el menos esperado -a mi gusto- pero eso quisiste, y es difícil refutarlo; eres terco, eres necio, eres orgulloso.

Y en tu mente se encuentran esos pedazos, pero yo estoy flotando sobre ese momento, en ese oceano de recuerdos y de instantes, como un naufrago mirando a donde poder ir a salvarse: las demás piezas ya no están, ya se van, se comienzan a alejar.

Ese día, cuando me dejaste ahí, sobre ese recuerdo, quisiste dejarme sólo, ya no querías ayudarme, porque no lo viste necesario. Mi mente fue la que pensó que llegamos juntos, pero la tuya me olvidó.

Mi impresión de la verdad es esa: solamente el llegó acá y yo me quedé allá, flotando, moribundo, destrozado, fraccionado, buscando a donde llegar para volver a empezar. Pagué el error más tonto con el precio más alto, y ahora estoy ahí, flotando, esperando, mirando pasar el tiempo hasta percibir en el firmamento una nueva tierra, una nueva oportunidad sin ti.

miércoles, 17 de julio de 2013

Renovando.

Estos días he tenido la oportunidad de compartir con personas que han estado abriéndome los ojos para proyectar de mi algo mejor. A veces es necesario que alguien que ha probado más mundo, más experiencias y que han vivido más situaciones, que lleguen a ahondarte de conceptos, de hacerte surgir dudas  y de moverte el piso con historias que a veces parecen inverosímiles pero que te abren la mente a pensar que uno puede llegar a ser como ellos, o incluso, mejor, y vivir, y viajar, y disfrutar de esas experiencias, etcétera.

La renovación nace desde el principio de aceptar que hay que dejar todo aquello que te frena y dar un paso hacia adelante, dejando el pasado y renovando tu presente. La cuestión no es la de pensar en el futuro, porque queremos vivir el camino, no planearlo y así no disfrutarlo. Entonces, si en la vida la cuestión es soltar para avanzar, ¿por qué no lo hacemos y siempre nos aferramos a lo presente? Eso es lo que pretendo indagar acá.

Varios hablan ahora de la “zona de confort” como el espacio donde piensas que estas bien y que no correrás el riesgo de sufrir de alguna manera. Sin embargo, el miedo a aceptar nuevas experiencias de vida nos reprimen a tomar decisiones que aparentemente puedan ser radicales. Las decisiones son decisiones y ya, y hacer parte de nuestra vida a cada instante: desde ir a tomar el almuerzo al medio día o a la 1 Pm, o de tener que dejar la ciudad a un sitio en el extranjero por cuestiones laborales.

La sociedad nos ha enseñado a que tenemos que sentirnos conformes con la situación en la que creemos que estamos bien; eso es bueno y malo al tiempo. El hecho de que estés bien no significa que tengas que dar un gran salto a descubrir que esa situación puede empeorar: simplemente quedémonos donde estamos y ya. Pero, ¿y si saltar es llegar a un sitio mejor?: la cuestión está en intentarlo o no. Muchas veces dejamos de vivir lo que podría ser las mejores experiencias de vida por pensar que no vale la pena intentarlo. A lo mejor, aquellas personas que nos cuentan de sus mejores momentos de vida y de sus mejores experiencias que decidieron vivir sólo por el hecho de ver que podían vivir, son las personas que tienen las historias de vida más enriquecedoras.

A veces, necesitamos de la renovación para vivir un ciclo de vida completo, y así sucesivamente.

El vivir está ligado con la oportunidad de disfrutar esta única vida que tenemos. A veces nos pasamos frente a un escritorio de trabajo pensando en que mañana y lo demás días serán repetitivos hasta recibir un salario y así poder pagar las deudas que tenemos. ¿Será que la vida se limita a eso? ¿Es posible pensar que así tiene que ser? Tomar decisiones radicales no sólo implica cambiar esos estados, también está en que la vida puede ser mejor: más divertida, más alegre, con momentos que valgan la pena recordar y así, más adelante, uno pueda mirar en una retrospectiva que alguna vez hice eso, y solté ese momento para vivir uno mejor, así sucesivamente.

Ahora, desde mi perspectiva, alguien me abrió los ojos a que las cosas se pueden hacer sólo si uno se las propone. Me aventé a vivir esas experiencias y me alegro poder sentir que las he vivido. Siempre miro hacia atrás con la convicción de que son vivencias que no olvidaré, porque él me enseño que hay que disfrutar de todos los momentos, de principio hasta el posible final. Este momento durará lo que tenga que durar y después seguirán otros a los cuales aplicaré lo aprendido y me aventaré a seguir viviendo. El miedo de estar ahí, como uno más, se desvanece en un trabajo muy personal de querer darle algo de emoción a esta vida que tengo y que tengo que vivir.


Los invito a que vivan al máximo cada instante. La vida en si no es fácil ni sencilla, pero esos son los detalles que realmente le dan un sentido propio y hacer que valgan la pena. El detenernos a no vivir más por el conformismo de pensar que ya tenemos todo, no es del todo cierto: la vida es muy grande y seguro las experiencias son tan incontables como las mismas personas que nos podamos encontrar en el camino. Y ya, vive lo mejor posible, alégrate de los buenos momentos y mira el vaso medio lleno con los que no.

martes, 16 de julio de 2013

De vuelta.

A veces retornar es difícil. Uno nunca sabe que puedan decir, que puedan pensar, o incluso los motivos de esa decisión. Como cualquier llegada a un espacio ya habitado, se reviven nostalgias y también se acuerda uno porque quiso dejar de lado eso; una dualidad de sentimientos entran en conflicto, pero la decisión ya está tomada y volví.

Los días mientras estuve lejos han sido complicados: los sucesos vividos me han de poner a pensar que he vivido muchas cosas en poco tiempo. Amores, desamores, decepciones, el grupo, la familia, trabajos, la tesis, nuevos amigos, nuevos enemigos, los de siempre, los de ayer, los de hoy, los que vendrán, los viajes, las giras, los chismes…

Si me pongo a pensar de todo lo que he hecho, supongo que a veces estos espacios se quedan cortos para ahondar en tantos detalles. Sin embargo, una que otra cosa se puede decir, porque siempre hay algo que decir. ¡Pero qué decir!