Me siento un poco pensativo por
las cosas sucedidas recientemente. El dilema es el mismo de siempre: esa otra
persona…
Hoy, después de mi jornada
laboral, después de meditar mucho por muchas cosas, tanto las que han pasado,
como las sucedidas y reflexionando las que quiero que pasen, me he percatado de
algo que siempre ha rondado mis ideas y que las quiero ratificar: nunca he
perdido la esperanza.
Si, tal vez a estas alturas del
partido y pese a los múltiples problemas que me gané por creer en las personas
y en haber dado más de lo que quería esperar, no pierdo la fe de que hay algo
mejor que sacar de los demás, y que esa siempre será una recompensa: poder
encontrar esos tesoros perdidos, rescatando lo mejor de cada uno, y saber
aprovechar hasta donde se me permite el estar con alguien y ya. La cuestión y
el sentimiento de estas palabras están en que no se en que estoy fallando, y
aunque sigo siendo el mismo entusiasta y trato de hacer lo mejor, a veces me
monto tanto en esa “película” que algo pasa y el miedo se apodera de mí.
No sé si estoy tropezando por
querer ser mejor que antes, o como dirían por acá: “del afán solo queda el
cansancio…” y puede que sea así. Ese problema no lo he podido descubrir, pues
tampoco tengo la forma de que los demás me digan que pueda ser, cuando
simplemente un silencio es su única respuesta a todo. He pensado que todos nos
vemos en una especie de ambiente reciclable, donde los sentimientos y personas
están a la orden del gusto y cuando te aburres/desinflas/cansas simplemente
sueltas uno y sigues con otro, y así sucesivamente, en esa infinita búsqueda de
algo…
Sé que ahora las cosas no son
fáciles, pues la cultura del facilismo termina por adaptarnos a pensar que las
cosas no se deben luchar, sino que se dejan y ya, como si nada pudiese pasar.
Pero creo que hay algo que se perdió y es la emoción de lograr algo: nos
conformamos con saber si las cosas se hicieron a medias o pasaron lo suficiente
para dar por concluida una experiencia, y entramos en una nueva y nos
envolvemos en ese ciclo de relaciones-emociones-personas como un paso a
combatir la soledad.
¿Y si alguien quiere algo más, y
no conformarse con lo poco de alguien, sino con lo mucho o con todo de aquel? A
veces todo eso queda en un sabor de resignación, donde debemos aceptar que
simplemente no podemos dar más porque el otro no lo quiere, o no lo siente así.
No es necesario desgastarnos pues ya lo que se vivió se vivió. Quiero que
pensemos en que debe haber una convicción, y es la de hacer las cosas bien, completas,
de dar una lucha porque debemos darle un sentido a nuestro hacer y a nuestro
vivir.
Ten en cuenta que el gran amor y los grandes logros requieren grandes riesgos.
Dalai Lama.
Si, a estas alturas es estúpido
pensar que podemos perder mucho a cambio de nada, pero que mayor sentido el de
la vida que vivir. No podemos esperar que la vida sea un paso de alguien más
entre la sociedad, sin haber dado lo mejor de uno, lo más grande, lo más noble
o lo que más podíamos. La lucha es de valientes y la resignación de cobardes:
no podemos vivir una vida de aceptaciones y resignaciones de lo que nunca fue,
de “…y si lo hubiera hecho…”, “…y si lo hubiera intentado…”. La vida es corta,
frente a todo lo que la historia podemos ver y detenernos un segundo a dudar es
la posibilidad de no hacer y quedarnos en un intento frustrado. Tal vez, esas
oportunidades son contadas y únicas, a lo mejor el no arriesgarse a darlo todo,
significa no haber ganado el premio mayor, y tener que conformarnos con lo que
nos tocó.
Hoy creo que si bien las
decisiones deben tener una mesura y prudencia, no podemos arrepentirnos de
tomarlas con convicción, pues estas son las que nos darán más de qué aprender;
sean grandes las fortunas o los fracasos de la vida, son los que marcarán la
pauta para seguir viviendo. Una vida simple, sin sentido, sin razón, no tendría
valor alguno.
Hoy me arriesgo a pensar que debo esperar, que con calma y esperanza, las cosas se darán. Tarde que temprano, el tiempo recompensará esa paciencia.