lunes, 28 de febrero de 2011

Los males del amor.

Si ustedes se lo preguntan, lo más complicado es poder concebir el amor. Trasciende de un simple sentimiento para convertirse en una forma de actuar, de pensar, de sentir, de comenzar a ver las cosas desde una diferente perspectiva; el corazón se convierte en nuestros ojos y nuestra mente con su razón queda rezagada ante los impulsos de la emoción y los sentimientos.

 Somos un resultado de muchas emociones juntas.
 
Qué bueno sería si pensáramos en que eso que soñamos es cierto y durará para siempre, pero ahora las cosas son diferentes, cada vez con el nuevo afán de vivir, con la velocidad con que llevamos nuestras vidas, no somos capaces de concebir largas relaciones, todo se ha vuelto más efímero y pasajero, los vacíos sentimentales se pueden saciar de muchas maneras y de una forma más sencilla. Para que el compromiso con una causa, si podemos sin estar atados o ligados obtener sensaciones similares,  apenas si podemos suplir esa necesidad fisiológica y emocional a la vuelta de la esquina, las cosas que deseamos están al alcance de nuestras manos y el hecho de querer algo ahora es probable que lo encontremos de manera sencilla. Entonces, ¿para qué amar, para qué un compromiso, para qué?

Ya no se necesitan de tantas expresiones y alegorías a la felicidad, si son apenas unos cuantos caracteres los que nos transmiten nuestro pensamiento. Ahora una cámara se convierte en nuestro íntimo cómplice, pues ya ni es necesario un contacto físico para lograr conocer a alguien. ¿Qué se perdió en el camino, acaso no se supone que estamos evolucionando? Estamos sufriendo un retroceso a nivel social, cada vez dejamos de lado nuestras relaciones personales a un segundo plano, pues la tecnología nos permite adoptar unos nuevos medios de comunicación donde la interacción se da por medio de aparatos y nos acostumbramos a vernos por medio de pantallas con una alta resolución, simulando un proceso real de socialización. Este consideraría que es uno de nuestros primeros males.

Ahora si cuestionamos las relaciones personales de muchos que si optan por una interacción real, la mayoría no se encuentran satisfechos con la relación actual. No es sencillo poder dar un argumento real de esta realidad: se debería mirar una perspectiva cultural, genética, social, o física. En la cabeza de muchos, debido a experiencias propias, a la imposición de esa imagen o simplemente por cocimiento general, sabe que la mayoría de personas homosexuales se sienten incapaces de mantener una relación con una sola persona. Sin pretender emitir un juicio, se puede decir que rara vez se encuentran personas que realmente sientan una total y plena satisfacción con su compañero actual. Aun más, las mismas parejas pueden optar con soluciones que permiten aliviar en este sentido esa carencia, como por ejemplo abrir una relación a un trío amoroso, o estar dispuestos a enfrentar la realidad de saber que tu compañero sale con alguien más pero que tú hagas caso omiso sería lo correcto. ¿Correcto? ¿Pensar en ese tipo de soluciones podemos dar por sentado que todo está bien, cuando la misma solución no es más que una muestra que determina que algo está mal?

Muchos a lo mejor piensan en que ese es un remedio que puede mantener la aparente felicidad mutua, pero es que pasa a ser la felicidad de tres, cuatro o más personas. Esa cura temporal en una mayoría suele ser la misma causa de una destrucción y del deterioro de una relación de pareja. Además, eso es solo entrar en un estado de negación que nos impide ver claramente las cosas; podemos estarnos haciendo daño, pero no somos capaces de aceptar las faltas del otro por el simple miedo de la soledad. Ese es un gran temor para muchos, pues el simple hecho de no lograr relaciones felices te puede condenar a una vida solitaria llena de breves y cortos momentos de emoción proseguidos de largos momentos de auténtica soledad. El simple hecho de pensar en la soledad nos despierta el temor de llegar a un final menos que desolador, entonces permitimos que las faltas del otro sean perdonadas al modo de tener algo ahí a nuestro lado. Pretender ver en los demás la solución de los problemas podría considerarse uno de los males grandes al amar.

Este finalmente desata uno de los peores males, que es la desconfianza. La misma naturaleza del homosexual pretende juzgar a los demás desde los actos que nosotros mismos cometemos. Si tu eres infiel lo más natural es que pienses que todos son infieles, así que tienes el poder de juzgar por ello, si eres promiscuo entonces pensarás que tu pareja también lo es, si te gusta mucho la rumba a lo mejor consideres que tu compañero también lo sea y estos son algunos de los ejemplos más comunes. Si bien no se puede generalizar en ninguno de estos males, se podría decir que son una tendencia. No podría decir esto simplemente desde mi perspectiva, la misma realidad de la sociedad y las experiencias ajenas son una muestra de que esto no es mentira. No se necesita tener la gran experiencia ni haber recorrido bastante en el medio para poder llegar a esa conclusión.

 Debemos saber afrontar una dura situación donde afecte nuestro corazón.

Se deben enfrentar los miedos y poderse abrir a los demás de la manera más pura y honesta. Los errores son causados por anomalías en el proceso; no podemos quedarnos callados y guardar ciertas objeciones, al contrario, es más constructivo en el momento que podamos exponer nuestros errores y demos por hecho que hay algo mal. Si dejamos que esos pequeños detalles se queden en el tintero será como una enfermedad si cura, por más pequeña que sea, el no remediarlo  a tiempo puede convertirse en una enfermedad destructiva. La honestidad es una base sobre la que debemos edificar nuestra relación.

viernes, 4 de febrero de 2011

Se nos está haciendo tarde.

El día de hoy, leyendo algunas cosas del ensayista colombiano William Ospina, me he puesto a reflexionar acerca de nuestro estado de evolución, les quiero compartir mi opinión.

 La escena más cercana de nuestro estado real de evolución.

En un proceso de retrospectiva, podemos observar que han pasado muchos años y consigo hemos podido evolucionar en pro de satisfacer las necesidades del hombre; de ello depende ese proceso, pues siempre estamos buscando que todo sea más sencillo, que las tareas más complejas sean menos laboriosas y que nuestra experiencia en el transcurso de la vida no nos proporcione inconformidades, sino al contrario, que tengamos la opción de poder disfrutar de todo lo que hacemos de la forma más cómoda.

¿Acaso hemos pensado qué el resultado de simplificación de nuestras vidas, de los procesos y de las nuevas tecnologías que nos permiten disfrutar de muchos placeres tiene un efecto secundario?

A veces somos el resultado de aceptar la primera impresión de las cosas, no somos seres analíticos, más bien nos dejamos cautivar por la exterioridad pero no vemos el trasfondo. Si usamos esta analogía en un contexto social, podemos pensar que muchos de nosotros vivimos en tratar de suplir nuestras necesidades, en poder solucionar nuestros inconvenientes pero nunca nos detenemos a pensar en los efectos que pueden causarnos nuestros facilistas estilos de vida.

En la línea del tiempo, nosotros hemos considerado que somos el resultado de muchos cambios sociales, tecnológicos, culturales e intelectuales que nos hacen la mejor especie de la naturaleza. Los cambios sufridos en estas etapas podríamos considerarlas como un progreso de la evolución humana. ¿Pero acaso somos mejores, si al querer satisfacer nuestras necesidades podemos destruir nuestro entorno, destruir las sociedades, desaparecer las culturas e inclusive, poder destruirnos a nosotros mismos? ¿Somos tan inteligentes que hemos creado nuestras propias armas de destrucción? ¿Eso será que nos hace diferentes y por ello, más modernos, mejores que los demás? 

A lo mejor, somos la especie más destructiva del planeta, pero nosotros no sentimos eso, pues nuestros actos se justifican en pro de avanzar, de lograr grandes máquinas, de avanzar tecnológicamente, de simplificar tareas, en fin, de todas esas nuevas necesidades que el mercado nos ha inventado y que de las que dependemos, simplemente porque somos consumistas de todo aquello que reduzca en gran o pequeña parte alguna de nuestras tareas de la cotidianidad o que mejore nuestra existencia independiente de los demás.

Hemos considerado que en nuestra actualidad logramos conseguir los máximos desarrollos humanos, todo ya casi está inventado y aun así siempre estamos en la necesidad de algo nuevo. Ese es el manejo que tienen unos pocos, aquellos que tienen poder y no solo económico, también intelectual, pues ellos saben la forma de que nosotros seamos personas que siempre estemos necesitados de sus objetos, de sus servicios, nos volvemos dependientes a ellos: ese consumismo no nos permite concebir la vida sin alguna de sus maravillas. Que ignorantes somos, si nos diéramos cuenta que esos inventos que nos venden no son tan necesarios y nosotros como seres de poca capacidad de pensar caemos en sus trampas, en este caso nos volvemos consumistas y dependientes. 

 Nosotros somos consumistas por necesidad, no por naturaleza.

De todas formas, no toda la culpa la tienen ellos, pues a veces te dibujan una idea estereotípica de lo que debemos ser y nosotros no optamos por escoger, más bien, cedemos a aceptar las cosas. Si nosotros desarrolláramos un control sobre todo lo que se nos ofrece, a lo mejor la historia sería diferente. Esa es la solución, no en erradicarlos, pues a la final siempre estarán ahí, más bien volvernos críticos en escoger lo que necesariamente es útil y válido como herramienta del progreso, más allá lo demás será un desperdicio.

Si observamos de nuevo atrás, podremos darnos de cuenta que muchas cosas como seres humanos las hemos mejorado y no negamos el hecho de descubrir otras tan importantes que nos definen y nos hacen diferentes a otras especies, pero en el afán de vivir y de lograrlas estamos descuidando otras cosas, para unos menos importantes o sublimes, como nuestro hogar, nuestro espacio, el planeta, las especies y recursos naturales. En fin, son tantas cosas que pensamos que podemos inventar, pero no nos fijamos que otras son imposibles: no hemos desarrollado la capacidad de resucitar, de revivir y esos recursos naturales propios de nuestro hogar no son desarrollados en línea como una máquina, pues son únicos y la sabia Tierra se encarga de producirlos. 

Hasta ahora, cuando los síntomas secundarios de la enfermedad comienzan a ser evidentes, solo en este momento empezamos realmente a preocuparnos, comenzamos a tomar medidas al asunto, e incluso fijamos nuestra vista de desarrollo en pro de contribuir combatiendo la destrucción que nosotros mismos nos estamos haciendo. Solo esperamos que aquellos intentos por rescatar lo perdido no sean en vano, ya hicimos mucho daño, ahora la tarea de comenzar a enmendar nuestros errores, estos procesos ahora ya comenzaron y solo el tiempo determinará si los intentos fueron válidos o no.