martes, 22 de septiembre de 2015

Tumbando barreras

Desde unos años atrás, justamente para la época en que pude vivir algo de independencia y lejos de casa, empecé a cultivar mi mente en ser más tolerante y en tumbar barreras que uno se crea debido a temas propios de la cultura y de la sociedad donde convivimos. En la actualidad, la sexualidad es un tema que sigue generando controversia y tabú en el público en general, pero la gente dentro del sector LGBT (y las demás letras) deberían ser los que hubiesen madurado la idea de que las barreras de la sexualidad, los placeres y las perversiones son umbrales más y más amplios como la misma mente humana: es de reconocer que con el trascurrir del tiempo y de las generaciones, el sexo y todo lo que conlleva ha superado el simple hecho de la copulación (como acto reproductivo propio de los heterosexuales) para convertirse en todo un mundo de posibilidades en la búsqueda del placer. Sin embargo, reconozco que gracias a las oportunidad de haber conocido nuevas culturas, nuevos países y nuevas perspectivas, me he dado una visión más global sobre la sexualidad y la forma como interactuamos entre nosotros y que aun a muchos todavía les cuesta entender: temas referentes a la perversión y el placer, las parafilias, los poliamores, las relaciones abiertas, entre muchas otras.

Ahora, estando soltero y considerando dicho estado en permanencia, me he dado la oportunidad de dar probadas a ciertos sabores que tal vez antes no había tenido el placer de deleitar: no es una búsqueda mal intencionada sobre el amor o de justificar algunos sentimientos con el fin de conseguir algo con alguien, pero si es el de dar rienda suelta a la picardía que tenía escondida y que tras poder experimentar ciertas situaciones que jamás hubiese pensado vivir, descubrí que a lo mejor me gustan más de lo pensado.

Pero el asunto de todo esto no está en saber qué tanto he podido hacer en el transcurso de mi vida y con quien -o quienes- y cuantas veces lo he hecho, sino en ver que muchas veces nos enfocamos tanto en tildar cuán mal visto puede ser algo diferente a lo conocido, que nos encerramos en pensar que lo básico es lo necesario y que así debemos ser felices, y nos cohibimos en descubrir nuestras barreras e incluso nos autocastigamos si llegamos a considerar que hacer algo más impulsivo puede ser aberrante o degenerado. Y pregunto yo, ¿acaso dichas limitaciones existen por qué nosotros nos las impusimos, o tal vez por qué pensamos que los demás verían erradas dichas conductas?

En una reflexión hecha y dadas mis experiencias y lo escuchado, deduje que la mayoría de veces las limitaciones existen pensando en los demás y sus posibles respuestas: es irónico que todavía en el ámbito gay se piense, por ejemplo, que el gay en una relación es pasivo debe ser el femenino o el menos masculino y por ello entonces debamos sentir la necesidad de afirmar que al menos somos versátiles o activos para no poder en duda la hombría de cada quien. O tal vez que las relaciones abiertas justifican la promiscuidad, usando el término como algo despectivo o negativo: ¿y si así se concibe la felicidad, la estabilidad, la plenitud, y si es un tema que se maneja con responsabilidad y con protección? O también creer que se puede juzgar si no quiere una relación, que quiere una etapa de libertad y de libertinaje si es el caso, ¿y si lo hace consiente, y si las cosas las deja claras desde el principio para no incomodar, para no ilusionar, para ser concretos?

Y eso lo digo desde los ejemplos comunes, porque si empezamos a hablar de perversiones y parafilias más interesantes como las orgias o sexo en grupo, el voyerismo, el sadomasoquismo, el frotismo, el cruising, entre otros el asunto es más escandaloso y con menos posibilidades de hablar. Aunque no soy un usuario experto en dichas áreas y otras ni las he practicado, al menos me tomé la tarea de escuchar y entender el porqué de hacerlo y saber de experiencia de conocedores, que manifiestan que el morbo y el placer es mayor que concibiendo el morbo convencional. Es de entender que la mente humana no interpone límites y que la diversidad permite explorar diferentes formas de sentir y de percibir el placer; pero lo triste es que la misma mente humana a veces se limite en creer que solamente lo convencional y lo políticamente correcto es lo aceptable y tachamos lo demás como aberrante.

Estos días comentando mis experiencias con algunos amigos y compañeros, se sorprendían y algunos se escandalizaban al creer que uno pueda llegar a hacer cosas que tal vez son inimaginables. El hecho es que si es posible, pero muchos anteponían el tabú social y su manifiesto de pensar que ellos son más sanos al ser más tradicionales, como si fuese entonces que uno fuera enfermo al poder acceder a una práctica no tan común o no aceptada según lo establecido socialmente. He pensado que nuestra cultura es muy tradicionalista, mojigata y también heterosexista: con las tradiciones de por medio, los temas de la religión y parte de la cultura machista, gran parte de la sociedad consideran aberrante el sexo entre dos hombres, y alguna parte de la comunidad gay también lo considera así, por cuestiones de tener una doble vida o de defender la masculinidad (vista desde una posición heterosexual). Entonces pensemos que de ahí en adelante lo demás será considerado incluso escatológico, como hubiese dicho alguna vez un Senador Colombiano de una plenaria del Senado.

El problema, como la mayoría que existen y giran en torno a estos temas, es por falta de tolerancia y de conocimiento: obvio que acá no pretendo aprobar o apoyar una u otra práctica, pues realmente es quienes se atreven a vivirlas los que pueden juzgar con criterio sobre qué tan bueno o no fue, además de que cada percepción es tan subjetiva que tal vez lo que para uno fue absolutamente placentero para el otro fue totalmente desagradable. Sin embargo, si invito a pensar un poco antes de juzgar sobre estos temas que para algunos serán novedad, o para otros es un tema común y corriente. Pero no está de más, ver que nosotros somos humanos y tenemos una razón inminente, pero también contamos con esa animal llamada instinto, aquello que impulsa y motiva a complacer -si se puede definir así- ese lado carnal de cada uno de nosotros.

E igual, el tema más allá de hacer o no, es a ser comprensivos, y si al menos no nos interesa en absoluto, es el de no lapidar o insultar una idea que parece diferente, si justamente nosotros -esa inmensa minoría- ya no somos tan comunes que los demás. Eduquemos a ver la diversidad como una gran propiedad humana y disfrutemos todo el abanico de oportunidades para satisfacer nuestro cuerpo de una forma diferente y de poder vivir nuestra sexualidad: tal vez la falta de amarnos y de aceptarnos y cuidarnos y de disfrutar a plenitud es parte del gran problema social referente a la intolerancia y al odio entre nosotros mismos.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Cuestión de perspectiva

Me encontraba muy relajado en el turco del gimnasio estos días y los diferentes usuarios que discutían trivialidades en este espacio empezaron a tocar un tema que me sacó del letargo en el cual estaba inmerso.

El diálogo empezó con un tema de delincuencia que ahora está común en esta ciudad: robos en el sistema de transporte público por parte de gente que realmente no aparentan ser ladrones o gente peligrosa; ancianos, menores de edad, gente muy arreglada o con apariencia agradable. Pero entonces hablando de las impresiones de la gente, se cambió el tema por algo que vieron ese día, sobre como en unos países lo que puede ser castigable, acá no lo es, o lo aceptado en unos sitios acá no es permitido, y viceversa. Entonces hablaron de seguridad, de cómo en unos países donde se aceptan cadenas perpetuas y penas de muerte no hay tantos criminales y los sistemas de justicia funcionan mejor... El asunto llamó mi atención cuando uno de los partícipes tocó el tema de la homosexualidad.

Era evidente que este tema es debatible, y no niego que guarde un silencio prudente pues quería saber qué piensan aquellos que no saben tal vez mucho –o nada– acerca de esto. Aunque las opiniones fueron divididas, hay temas muy acertados y otros errados a causa de la ignorancia, o es producto de una impresión que tienen con respecto a la imagen que venden los medios de comunicación sobre cómo debe ser un gay en este país.

A favor, muchas de las opiniones fueron acerca que los homosexuales son personas que tienen derechos como cualquiera y "desde que no se metan con uno" todo está bien. Me da risa que ellos, la mayoría de los hombres o mujeres, tienen aún ese prejuicio de que los gays son personas que buscan violar a otras sin importar su condición o algo así, porque ese "no se metan con uno" es por favor no nos toquen ni nos transgredan porque nosotros si somos seres rectos y que nos gustan lo que naturalmente nos debería gustar...

Otro señor hablo sobre lo difícil que debe ser para "esas personas" llevar una vida pues son gente que promueven el desorden y no ayudan con el progreso de una sociedad correcta. Además apoyó su tesis con el hecho de mezclar la homosexualidad, con las prostitutas y con los drogadictos como si fuesen un problema social, además que indicó que existen ciudades donde evidentemente rechazan todas estas malas conductas porque quieren preservar un bien común. Sin embargo ratificó el hecho de que somos libres y que cada quien hace con su cuerpo lo que desea.

Una señora aportó que no pensaba en que fuese algo malo, porque es difícil juzgar a las personas por cosas que tal vez gracias a situaciones ajenas los llevó a tomar dichas decisiones y estilos de vida; hay algo rescatable si es un caso de abuso de drogas o de prostitución forzada, porque evidentemente es un problema cuando la sociedad empuja a una persona a ser delincuente y a no tener oportunidades de educación para que no sean malandros y así lleguen a tener contactos con vicios e igualmente para las niñas o mujeres que no vieron otra opción porque les tocó, o su familia las empujó o porque las obligaron realmente. Pero aun así, la homosexualidad también se sigue percibiendo como un tema donde se nos obligó o nos tocó vivir situaciones ajenas a nosotros las cuales nos llevó a tomar la decisión de ser gays; son muy pocos, pero minúsculos los casos que yo conozco donde tras vivir algún tipo de situación perturbadora, hayan desencadenado la idea de que la homosexualidad era la opción de vida adecuada o correcta. La mayoría –como yo– aceptaron la identidad sexual después de ver que les gustan las personas del mismo sexo como les gusta comer un helado de chocolate o de preferir los días frescos y no soleados: no tiene nada que ver con algo anormal a cada uno y simplemente son gustos particulares; es difícil de explicar con palabras el porque me gustaría más el helado de chocolate y porque prefiero los días frescos por encima de cualquier otro tipo de día.

Hubo un compañero del gimnasio, un caballero con el que he conversado bastante que hizo una intervención particular y como decía al principio, es difícil pensar que la gente opine algo así porque uno no cree que la gente tenga impresiones erradas de asuntos que se niegan a conocer pero que creen que pueden criticar: este caballero aportó que no conocía a nadie así rarito y que de verdad es muy fácil darse cuenta de ello porque eventualmente es gente que se la pasan encerrados en peluquerías o si no es porque se visten raro y hablan así amanerados y se contornean como si quisieran de alguna manera llamar la atención. Él no veía necesario tener en sus conocidos gente tan desagradable como ellos, porque qué dirán los demás si lo ven hablando con alguien así (carcajadas...)

Y es que en temas de diversidad, todos somos iguales, sin importar cualquier forma de pensar.

Mi intervención cerro el tema pero también ayudo a cambiar un poco la percepción, porque igual, la mayoría de los presentes eran caballeros con los que me saludo cuando voy a entrenar y es evidente que me tratan de igual, de forma amable y agradable, como si fuese uno de ellos –un heterosexual más de la manada–.

Dicha intervención fue algo como:

¿Saben una cosa? Juzgar a veces es fácil porque la gente, tal vez por ignorancia o por desinformación, no ven que hay algo más allá de lo que parece evidente u obvio. Y digo esto porque pensar que los gays, como yo, somos personas que no aportamos o que somos raritos o que estamos enfermos, es una opinión popular y puedo aludir a que se debe por un tema de desinformación. Verán, tal vez soy el más joven acá entre ustedes (mirando a los 5 caballeros y a la señora presente), pero no significa que sea el que menos haga o el que no pueda llegar a aportar algo a la sociedad. Y es que sí, soy así, pero eso no me quita el hecho de ser un empleado, amigo, novio, hijo, así como muchos de ustedes. ¿Ustedes se imaginan si tal vez fueran juzgados por algo que para mí está mal pero que para usted está bien? Pues eso supone que es lo que pasa cuando veo que la gente piensa que uno sólo puede ser una loquita o un peluquero, que al igual es un oficio y no es exclusivo de los homosexuales. 
Miren, yo tengo 26 años recién cumplidos y soy un empleado en una empresa cercana de acá y trabajo como ingeniero de software para una subdirección de negocios, tengo dos títulos encima, también soy hijo de dos padres que están muy orgullosos de los triunfos y éxitos que he aportado a casa y soy hermano de otros dos hombres que también son profesionales y pronto seré un estudiante de una especialización, y soy amigo de gente así como yo, pero también de gente que tal vez nunca han tenido la necesidad de preguntar como soy porque me ven igual a ellos, así como ustedes hasta hace poco. E igual, todo lo dicho anteriormente no me define; solo soy yo, que como ustedes, cada uno con sus vidas y con sus familias y sus labores y sus problemas y sus gustos y disgustos y sus alegrías y tristezas, somos humanos: somos iguales. Incluso, para ser exactos, salvo por ese incómodo asunto, creo que ninguno acá pensaría que soy diferente, porque he tenido el placer de conversar y de saludar y de entrenar con ustedes y creo que no fui rechazado al ver que soy como ustedes: alguien más. 
¿Saben? Espero que tras estas palabras las cosas no cambien, porque en efecto esto no podría cambiar nada; a lo mejor son simples percepciones las que tenemos hasta que alguien llega y nos hace ver cuán diferentes son los mitos que nosotros tenemos sobre un tema como este, a como es en realidad. De que los raros así como yo, somos gente real, de carne y hueso, que piensan, que sienten y que bueno, les pide un permiso de acá porque se va a derretir si no sale ya mismo de este sauna (carcajada…)

Tal vez fue una reacción precipitada, tal vez esas carcajadas de ironía me dieron valentía, e igual tampoco me importó mucho porque es pocas las veces que voy ahí y por unos cinco que me miren mal no vi problema alguno, ya que es evidente que a ese gimnasio son más los gays que asisten que los mismos héteros que andan por ahí entrenando.

...

Mientras tomaba aire en la silla de la sala de espera entre el turco y el sauna ya listo para salir, aquel caballero con la intervención algo errada se acercó a mí y con cara de curioso y asombrado tomó una silla y se sentó a mi lado. Tal vez no sabía que iba a decir, pero su respuesta en resumidas fue la de gracias. Y las gracias fueron por darle una clase de educación, por hacerle ver que estaba errado y porque también no pensó que al hablar por hablar en efecto se puede herir, se puede ofender o se puede juzgar sin razón alguna. Me dijo que no importaba como fuera, que la verdad cambiaba por completo una percepción ya anticuada pero equívoca sobre los demás y que tenía muchas cosas que aprender porque a lo mejor cometió antes la misma imprudencia pero con la diferencia que a lo mejor no le habían enfrentado con argumentos igual –o más válidos– que los expuestos por él.

Así, complacido por dichas palabras, quedé tranquilo porque en los siguientes días no pasó nada y todo siguió su rutina, y aunque acepto que es difícil cambiar las mentes más maduras con ideas arraigadas, no está de más que puedan al menos percibir de mejor forma a aquellos que tal vez son un poco diferentes a ellos, un poco más diversos…

miércoles, 6 de mayo de 2015

Mea culpa

Estos días me senté a escuchar historias de amor y de desamor: todos acá hemos pasado por el trance de vivir en el tiempo necesario, momentos de nuestras vidas muy dulces o muy amargos. Sin embargo, me puse a reflexionar sobre mis propias experiencias, tanto lejanas como recientes y evidencie muchos elementos comunes de los cuales quiero escribir hoy.

La gente en las nuevas tendencias hacen de su vida un elemento de uso público; espacios como estos, la tecnología, redes sociales, apps de social media y eventos donde las comunidades hacen de los grupos de personas un guetto, hacen que la vida en si se vuelva un elemento de divulgación. Todos tenemos derecho a expresar de manera libre los sentimientos que nos acogen, como una medida de recibir un aliciente por parte de los demás y como medida de ver los puntos de vista; nos importa la opinión ajena. Incluso este simple ejercicio de publicar nuestro pensamiento quiere despertar un debate así sea con una persona para llegar a una tesis, o encontrar una opinión opuesta y debatir hasta concluir: es un ejercicio inherente de los seres humanos el de llegar a conclusiones, así sean subjetivas y erradas en algunos casos. Nuestras verdades nos pueden sesgar la forma de ver las cosas: cuando nos ensimismamos sobre la verdad propia y no sobre una verdad objetiva.

Retomando el asunto de las historias propias, descubrí que hay elementos que pueden mostrarnos el futuro anticipado de un “desenlace amoroso” cuando empiezas a conocer a alguien. No es sano, pero a veces las mismas personas en su afán de mostrarles al mundo su dicha -o desdicha-  comenten un error y es el dar a entrever como son realmente después de una bella historia de amor. Las redes son un arma de doble filo en la medida que mientras más alimentas en ellas tus sentimientos, más se puede uno documentar sobre tus tendencias, ver tus formas de pensar, tus posturas ante la felicidad, la tristeza, la desdicha y los demás sentimientos que surgen a causa de una relación: es como leer un guion que te volverá predecible porque siempre emites el mismo juicio.

¿Acaso todo lo que decimos y publicamos realmente es lo que sentimos?

Miré al azar varias personas -debo aceptar que no tenía sueño y me entró curiosidad ver sus diccionarios amorosos-, además de recordar muchas anécdotas ajenas y experiencias propias para concluir estas definiciones propias del amor y del desamor común:

“Yo te quiero”: El día de hoy se besaron y ahora te quiere coger duro porque saben que esa persona ya puede ser para ti. Es estar con esa persona después de la primera cita y hablar sobre los sentimientos tan bellos que tienen cada uno, y son tan comunes y predecibles que podrían ser "especiales". A lo mejor saben que tienes un gran futuro, y te quieren a tu lado -porque te quieren a ti, pero también quieren tu dinero, tu carro, tus amigos, tu vida- por mucho tiempo. Por increíble que parezca, te demostró ser diferente a los demás -bah- y puede ser el candidato a mostrar a la sociedad.

Eres mi felicidad”: Para algunos, es estar con esa persona comprometida en una red social y darles a ver a los demás que el amor de tu vida llegó.  Es salir a comer, a ir a un evento, a algún sitio concurrido y que sepan que no estás solo, que te vieron feliz agarrado de la mano con alguien, así apenas se conozcan un par de días. Es publicar canciones que dicen demasiado pero que pierden su valor porque a lo mejor las letras dicen mucho, pero la realidad no tanto. Es saber que pasó una semana desde que se conocieron y ya se prometen una vida entera. Es cuando la otra persona se empieza a esperar con detalles simples que te entusiasman y que te revelan que el tipo puede ser amable contigo.

“Te amo”: A lo mejor a los días algo le disgustó al otro y no supiste usar otro comodín para pedir perdón de una manera sutil. Es ver que no te funcionan los trucos de siempre y quieres amarrar a la persona a tu lado, porque no te pueden ver solo nuevamente, no al menos en tan corto tiempo y después de decir que lo querías. Es salir a una cita común y corriente donde pudo haber comida simple o palomitas y gaseosa, o un par de besos y después la “supuesta química” ayudó a propiciar esta palabra tan mal usada. Es saber que tu relación ha durado más del pronóstico común -un mes, dos meses tal vez- y sientes que es quien te convence de ser el apropiado para ti. Es demostrarle a él que saber usar esa palabra para coger el atajó rápido a su corazón, haciéndole ver que sólo lo dices porque estas convencido de ello -así se te haya salido por error y ya tengas que justificar esas palabras-.

“Gracias por entrar a mi vida”: Pero no le diste otra opción: tras invadir su vida, sus espacios, todo de él, quieres que sea alguien incondicional, que de paso al lado de todo lo que ha hecho en su vida para que se enfoque en ti. A lo mejor es literal y tú eres el pasivo y bueno… él supo entrar. Lo convenciste que él necesita de ti, y que ahora todos verán cuán felices son y que durarán por siempre.

“¡No sé qué pasó!”: Pasaron apenas unos días más y descubriste que era un imbécil más, del montón: no te supo complacer en todos los gustos que tenías. No aceptó tus mil errores, los cachos que le pusiste en esa fiesta, que morbosearas a más tipos, que no te invitara a todo lo que hacías, por no dejar que se embebiera en tu vida por completo. Fue descubrir que el amor era efímero y que el sexo no fue suficiente, o porque justamente era un mal polvo -porqué tú eres un semental-. Es ver que te dejó por alguien evidentemente mejor, o simplemente por nadie más, pero los demás no pueden saber eso, así que hay que echarle la culpa ante los demás porque no toleró tu mal genio, tu desaseo, tus sentimientos impulsivos, tu desorden, tus vicios, tu falta de respeto: así dijeras que tú eres el ser perfecto para alguien, porque vales mucho -más que un billete de mil-.

“Yo soy muy maduro”: Eres mayor de edad, o ya casi tienes la cédula y eso te hace alguien experto de la vida. Miras hacia atrás y todas historias han sido un fracaso, pero la culpa es de los demás porque siempre te dejaron, o porque no supiste encajar en ellos. Eres bueno para criticar por criticar sin argumentos las vidas ajenas pero no ser capaz de verte al espejo, reconocer tus errores y corregirlos. Es ver que alguien no te presta atención o te ignora y eso lo hace menos que tu -porque tal vez en efecto eres menos persona que el otro-.

“Es que todos son iguales”: A lo mejor tú eres el mismo de siempre, por eso siempre piensas lo mismo, todas las veces, todos los intentos, con las mismas palabras, las mismas frases, las mismas indirectas… pero que culpa si no te saben comprender. Nadie te supo llegar hasta los talones -porque no pasas de ahí y es imposible sobrepasar algo que no existe-. Siempre diste lo mejor de ti, porque eso deben saber los demás, que tú eres lindo, sincero, amable y que tienes mucho por ofrecer: problemas, peleas, conflictos, estrés.

“No voy a cambiar”: Y no lo harás porque no te puedes adaptar a los cambios, a ser mejor persona, ser mejor humano, ser alguien diferente, porque los cambios cuestan y mucho. No vas a ceder, porque qué tal, ellos tienen que saber que tú eres así, y si les gusta bien y si no, de malas. No piensas dar más de lo básico y necesario por alguien, así esa persona si pueda dar más de lo justo, más de lo que mereces, o más de lo necesario así no sea evidente.

“Yo si quería, pero él no”: Tenías que durar más, porque la sociedad es dura, y que te vean solo es una pena, no puedes aceptar que eso pase y bueno, el remedio es decir que esa persona siempre te falló. Tu querías que durara más, porque faltaron más fotos de risas necesarias, falto que te vieran más personas, falto demostrarles a los demás que por muchos defectos supiste engañar y lograr atrapar a uno más, pero sostener tantas buenas impresiones es difícil, más cuando te sobran los defectos y en un punto son evidentes, y el otro sólo tiene que escapar de ti, porque no te soportó, se cansó, no podía sostener más el peso de la decepción.

Hay un afán por demostrar tanto, que en los intentos caemos y nos cuesta mirar a los demás alrededor. La gente en su afán de destruir y juzgarte, se fija en qué fue lo que pasó, pero no te dan la mano para que te levantes y sigas adelante. Pero el hacerles ver que eres feliz sea como sea, te hace rodear de gente que ni necesitas, haces cosas más por visibilizarlas antes los demás que ante quien deberías mostrarle cuanto puedes dar. Y cuando caes, ahí si quieres desaparecer, y si es muy tarde, lo fácil es culpar al otro, porque pocas veces somos capaces de aceptar que somos humanos, y que cometemos errores y que también nosotros nos equivocamos.

Es triste cuando la gente en su volatilidad cambian de estados y de opiniones rápidamente.

Todos con la sensación de llenar un espacio en nuestras vidas lo hemos hecho, pero no podemos hacer las cosas por darles a ver a los demás algo que simplemente es un interés de dos. Las falencias como los aciertos existen en todos los intentos de relación, pero en ambos casos no podemos crear ese ambiente de “felicidad eterna” para que los todos lo aprecien y después retratar la “tragedia épica” por una persona que te fallo o que no te supo llegar. Al final, quien queda mal eres tú, pues suenas a una persona que no supo manejar la situación y merece hacer ver los defectos del mundo al otro para intentar salir bien librado.

Es triste, pero la tarea por hacer es esta: la de ver siempre que tienen por decir, lo que te cuentan sobre lo que pasó antes, y bueno, tal vez con algo de concentración podrás ver más allá y darte cuenta que el no siempre es perfecto, sino que es tan imperfecto que los demás no le dan la medida necesaria para comprender su vida. A lo mejor el truco está en aceptar en tu vida alguien que se muestre imperfecto, con sus virtudes y errores, porque dicen que en el verdadero amor, tú te enamoras de sus defectos, porque esos son los que hay que saber tolerar, manejar y comprender.

domingo, 3 de mayo de 2015

Entre líneas

Últimamente no he hecho otra cosa a medida que distingo nuevos perfiles en línea desde las diferentes opciones que se ofrecen en el actual boom de redes sociales, es la de tratar de descifrar algún tipo de código o patrón que me permita entender lo que dicen y escriben las personas ahí versus lo que realmente hacen en su vida real.

Tras volver a los espacios de puteo socialización que existen por la Internet, recordaba cómo es volver al ruedo y tener que encontrarse con el a veces simple -pero complejo- asunto de tratar de interactuar con los internautas sin salir despellejado y odiado al no poder complacer satisfactoriamente las necesidades de la gran mayoría que hay ahí, o cargado en hombros si lo que dijiste e hiciste justo dio en el clavo del otro (literal).

Me puse a revisar la mayoría de interacciones que tuve en estos días, así a simple vista y a vuelo de pájaro y considere que este tipo de "cortejo" virtual sigue sistemáticamente unos pasos, a saber:

1. El más común y más evidente es la típica entrevista "laboral" a la que todos nos sometemos cuando empezamos a chatear con alguien. Me parece cómico y lo asocio a una entrevista, pues cuenta con los ingredientes propios de una reunión de esa índole: una hoja de vida (llámese perfil) que reúne en resumen algunos elementos propios de quien se va a someter al proceso; una foto principal, edad, características importantes a considerar (estatura, peso, complexión, color de ojos y de cabello, situación sentimental...), el rol (importante), a veces también considera el trabajo que tienes, sitio de vivienda, disponibilidad, idiomas, entre otros que varían de acuerdo a la página donde se consigna la información. Yo creo que los que han tenido una entrevista de trabajo, saben a qué me refiero con tratar de tener un perfil actualizado con el fin de poder ser más llamativo y así poder lograr tener el "empleo de ensueño", o de lo contrario tristemente no será considerado para el cargo.

2. Ya superada esa primera (y casi importante) etapa de preguntas filtro, estamos en esa bifurcación que decide si el perfil interesa y sigue el proceso o se queda hasta ahí por no cumplir todos los requisitos. De acuerdo a la necesidad, varían las entrevistas, pero todas llegan acá; una afirmativa a la pregunta  "¿Tienes Whastapp?" es un sí rotundo a una oportunidad  de seguir con el proceso de selección (nótese la emoción cuando te llega el número telefónico y que sea real, claro está).

3. En una charla más privada, se explica con más detalle el motivo de lo que se quiere lograr acá. A veces pensando que lo mejor está por venir, puede que suceda algo milagroso y puede que se cumpla donde se digan cosas agradables y donde se empiece a conocer a una persona que pasó de ser un entrevistado a alguien más agradable. A veces la sorpresa es grata, porque en efecto logramos traspasar la barrera del cliché y llegamos a conocer alguien sumamente interesante… ¡Casi un sueño!

4. La decepción llega a medida que lo que uno creía que podía ser algo especial, tal vez cae en el círculo vicioso de preguntas tontas y de historias de fantasía que pretenden alimentar una convicción casi floja de lo que desean. Es cómico ver que todos buscan amor, príncipes azules, historias de Disney con finales felices, incluso, también está los casos de buscar sexo, “quien me clave rico hoy”, pero la verdad ni para eso a veces logramos llegar a ser convincentes. Qué necesidad tenemos de inventar y de tratar de recrear pasajes interesantes si el final será tétrico y patético, porque así somos y tenemos que disfrazar las intenciones con lindos eufemismos.

5. Y así, tras tener una incómoda charla que duró lo necesario, vuelve a quedar en silencio el espacio virtual donde empezamos a conversar. Muchas personas se quedan ahí, a veces no necesito que pasen del perfil porque es evidente que lo que buscan es algo tan grotesco como las fotos que los acompaña. Al final, pensé que el error está en buscar algo que puede que simplemente, por acción espontánea, pueda llegar a surgir.

Nos entregamos al tiempo y al ocio de dedicarnos a gastar parte de nuestros minutos en personas que nos parecían agradables y que al final se limitan en quedar como simples perfiles que tal vez ni si quieran puedan ser reales. Pero qué más da, si al final de cuentas la libertad de las redes no propone reglas estrictas sobre cómo deben ser las dinámicas sociales. No necesito ver la gran cantidad de charlas –sin alardear- que tuve para ver el mismo patrón: preguntas, whatsapp, emoción inicial, decepción evidente, final.

Sin embargo, como todo no puede ser decepcionante, puedo alardear que de toda esa cantidad son muy pocos los que realmente te sorprenden. Tal vez de momento no hay mucho que decir, el inicio es más que un paso para muchas cosas que pueden pasar en el camino. Sin embargo, es agradable creer que aunque existen distancias, o charlas cortas, hay personas que te sorprenden. No se necesita ser un genio –tal vez un ingeniero jeje- para lograr captar la atención de una forma diferente a las demás. O a veces no necesitas estar acá al lado, para demostrar desde la distancia que lo diferente puede ser lo único interesante, que no necesitas de fotos raras, de comentarios soeces, de ideas trilladas, para sentir que es algo especial.

De momento me siento tranquilo, con la oportunidad de poder creer que hay gente diferente allá. No significa que sea algo pasajero, o que tenga que ser eterno, pero la diferencia vale la pena rescatarla.