viernes, 2 de junio de 2017

Alabanzas al desdén

Últimamente al sentarme frente al laptop a ver noticias, a observar mis redes sociales, al leer a los demás, se siente una tragedia colectiva y bastante moderna por problemas que desde una óptica algo crítica y objetiva, se sienten como una trivialidad que pretende llamar la atención ajena al visibilizar sus tragicomedias que mucho tienen en su día a día y que ellos llaman vida. El mundo sufre de mucho caos y ruido, y abonarle sus agobios personales ya resulta a veces desgastante e incluso un tanto asfixiante.

En el afán de la cotidianidad y gracias a la tecnología, nos abrumamos cada vez más fácil de la opinión de los demás y de todo el mundo en general. Antes, el poder divulgar cualquier tipo de información y generar opinión era un placer de pocos, dado que poder llegar a las personas implicaba crear ideas convincentes y requería de un arduo trabajo para poder publicarlas de manera que pudiesen llegar a la mayor cantidad posible de público: el papel cumplía una labor importante en este ejercicio de divulgación y de poder vociferar una opinión para tratar de crear una convicción colectiva. Ahora el tema es muy distinto: en cifras recientes y según varios reportes (internet consolida muchas cifras, pero en un promedio general­) nos indican que más de un 45% de la población mundial tiene acceso a internet; casi la mitad del mundo puede acceder a la red más grande de información. De esa misma manera, la forma que creamos contenidos ha crecido de una forma exponencial, y cada vez más son personas las que tenemos la capacidad de expresar y generar opinión.

Pero generar opinión en la edad moderna a diferencia de los métodos antiguos, como la dialéctica por ejemplo como herramienta para generar conocimiento, se volvió en canales unilaterales donde la verdad es relativa y subjetiva del sujeto quien la emite: las verdades son las que yo así considero y el tratar de debatirlas se volvió en una forma de “agresión” hacia la opinión ajena. Entonces ya no podemos encontrar contenidos algo selectos, sino tal vez un mar de información que debemos aprender a filtrar —e incluso ignorar, porque tristemente el poder de divulgación se volvió el poder de cualquiera— con el objetivo de quedarnos con lo que podemos considerar de más valor. Incluso, espacios como estos, sirven para ratificar esta idea, que podemos todos expresarnos y tratar de crear algún tipo de pensamiento colectivo o de representar una idea que no sea solamente mía sino que tal vez pueda ser común.

Sé que sonará familiar para muchos, y es que en la cotidianidad nos conectamos y nos dirigimos al muro —de los lamentos— del Facebook y nos topamos con muchas publicaciones incómodas: peleas por tratar de defender mi postura radical ante mis ideas; tal vez políticas, religiosas, musicales, sexuales… otras son publicaciones que no agregan más que el morbo por la tragedia real ajena, en forma de fotografías o videos que difaman, o incluso, sádicamente, nos enseña lo peor de los seres humanos y de nuestra hábil capacidad de poder registrarlas con una cámara pero no de poder ayudar en efecto a solventar dicha vicisitud, y por lo general, muchas de nuestras desgracias modernas, algo triviales, sin mayor importancia más que para quienes la sufren pero que de alguna manera, el compartirla nos causa una especie de efecto alentador, porque pudimos gritar en letras en un espacio que efectivamente está abierto para todos.

Nosotros sin querer, también nos volvimos escritores de historias y estamos tratando de hacer llegar nuestras ideas al público con el fin de generar una convicción, como comentaba arriba, pero ¿realmente este contenido es valioso, en la medida que realmente nos puede llegar a aportar algo y les puede aportar algo a los demás? Seguramente muchos reflexionarán en este punto y pensarían dos veces en postear ese video desagradable, o ese comentario ofensivo, o esa sátira disfrazada de amabilidad, o esa idea que debe ser respetada pero que igual agrede a cierta parte de mis espectadores pero que tienen que tragar entero mis post porque así lo creo y así debe ser.

Y es que hay personas que se vuelven expertas en hacer de su vida un drama público que al final, a nadie le importa.

Entre tanta información sin sentido, no solo de las redes sociales sino de los medios de comunicación en general, aprendí a ver que el negarme a recibir cualquier tipo de información se convierte en una habilidad que se desarrolla en estos tiempos de abundancia. Y no es que elogie el hecho de despreciar la opinión ajena, porque eso también nos da la oportunidad de perdernos de algo brillante entre la oscuridad, pero si el de poder ser selecto con lo que asumo será más educador y que tal vez genera más valor, del cualquier tipo: académico, emocional, sentimental, conceptual, etc. Entre tanto facilismo, incluso el poder del pensamiento se ve subestimado ante tanta estupidez colectiva: aunque somos partícipes de poder dirigirnos al mundo entero, no entendemos que ese poder se ha mal usado en la medida que no hacemos nada para aportar algo de conocimiento, de debate o de ideas para nuestros espectadores diarios y constantes. Si tan sólo viéramos la capacidad de las palabras, seríamos más responsables con la información que generamos a diario, pero tristemente la gente no entiende los alcances y el poder de nuestras letras y de nuestra voz.

Así no creamos, las palabras nos generan algún tipo de reacción, positiva o negativa que nos da el impulso al querer aceptarlas o rechazarlas, e incluso odiarlas. Pero entre tantas desgracias políticas, sociales, donde la espiritualidad de la gente se desmorona y perdemos el rumbo a creer en algo que nos aporte amor y fe en la humanidad, no está de más pensar que podemos adoptar una capacidad a recibir información, pero desecharla inmediatamente porque simplemente no nos aportará nada a nuestras vidas: no es que quiera juzgar, porque incluso uno cae en compartir cosas que a lo mejor son personales o que no generan algo más allá que un instante reflexivo, pero si hay cosas que considero que se viralizan porque la gente prefiere saciar una lujuria por lo digerible y fácil de comprender sin esfuerzo alguno, y no porque realmente sea positivo: aquello que sea bueno es algo que no nos daña la mente, que no nos genera algún trauma social, que no fomenta algún tipo de odio o que polarice más la gente. Entonces no debe doler el poder decir “no me interesa” porque realmente queremos al menos, ver mejores noticias que las tragedias y no caer en el superficialismo en que se sumerge los participantes de esta sociedad.

Entonces, como siempre, se hace una invitación a pensar en el alcance que tenemos con cada palabra que podemos emitir y que podemos compartir, en la información que nosotros divulgamos y ver qué efectos, tanto positivos como negativos, pueden tener e incluso, en tratar de pensar en ser nuestros propios espectadores y pensar que nuestras palabras reflejan de algún modo una manera de cómo nos presentamos ante la sociedad: más allá de ser personas individuales, también somos personas profesionales, estudiantes, empleados, hacemos parte de una familia y de una sociedad, y cualquier tipo de grito —escrito o fotográfico— seguramente hará eco en las personas que reciben esa información. Las redes tienen una función, y es la de compartir a los demás lo que somos desde unas imágenes y desde unas palabras: hagamos un buen uso de esa gran oportunidad de divulgación.

1 comentario:

LordTirado dijo...

¿dónde puedo dar megalike a está publicación? Jeje es muy cierto todo lo que mencionas no puedo estar más de acuerdo, sin embargo creo que las redes sociales en parte reflejan nuestra forma de ser ante una sociedad, y tambien reflejan en parte el mundo en que vivimos, considero que cada persona tiene la responsabilidad del uso de las redes sociales. He optado lo que ha sido el ultimo año a no dejarme llevar por las emociones y desplegarlas como libro abierto en las redes, ya que considero que es un arma de doble filo, como pueden estar con nosotros o en contra de. Pero eso tambien ocurre fuera de las redes sociales, basta con saber tratar a las personas en nuestro entorno. Y sí, resulta agobiante el hecho de abrir una red social y ver demasiada negatividad, comentarios de burla fomentando bullying, videos o fotos con violencia explícita, todo para que, ¿ser popular o ser aceptados en un grupo de personas?. Justo ayer platicaba con un amigo de la parte de la atracción y lo que queremos "atraer" y mostrar a todas las personas, muchas veces usamos las redes sociales como una herramienta con este fin, solo que algunas veces resultamos atraer negatividad porque es probable que inconscientemente lo estamos asi generando. Las redes sociales son mas que una herramienta de divulgación y entretenimiento, muchas veces no sabemos ante quienes nos estamos mostando y como lo hacemos. Yo me he vuelto mas selecto incluso en que publicar y hacia quienes. A veces no es para el agrado de todos y eso lo sabemos. Tambien suelen darse los malos entendidos, eso es muy común en las redes sociales ya que no mostramos la emoción que tenemos en ese momento que escribimos porque no nos están viendo. Cuantas "amistades" mias he visto terminar por una publicación, un comentario incluso hasta por un meme donde se han sentido agredidos o incómodos, para algo que realmente no iba hacia esa persona,no tal vez si pero con otro objetivo. Fuera de las redes sociales también pasa, pero no lo notamos porque no hay "likes" o comentarios de por medio. Si bien es la mejor herramienta para poder "ser aceptados" por un grupo de personas, muchas veces generamos el repudio hacia cierto sector. No condeno las redes sociales, me ha servido esta herramienta para conocer gente sorprendente, muy buena, con mucha calidad humana, pero a veces no tanto, o esperamos algo diferenten de ellos, lo importante tambien, fuera de las redes y dentro, es el conocimiento de uno mismo.