miércoles, 17 de mayo de 2017

¿Qué nos merecemos hoy?

Hoy es un gran día. Celebramos el día internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia: no entraré en detalles porque seguramente en internet existe mejor información acertada sobre esta fecha y si aun así te da pereza consultar, pues ya lo sabes; es el día que celebra que se haya retirado la homosexualidad como una enfermedad mental, de acuerdo a un listado de enfermedades que tiene la Organización Mundial de la Salud, el día de hoy (17 de mayo) en el año 1990. Ando con un poco de trabajo en la oficina pero aun así me animé a darme un espacio, y en vez de estar buscando pendejadas para gastar dinero en internet (estúpido y sensual Amazon), me animé a escribir algo sobre ciertas reflexiones internas y lo que conlleva este día en particular.

Hago un pequeño paréntesis, ya que hace dos días y gracias a la recomendación de unos amigos que viven en Querétaro (México), y que hace apenas también un par de días tuve el grandioso placer de compartir y de visitar —por cierto, los quiero mucho Marcos y Gil—, he podido ver una película que me ha hecho chillar hasta más no poder, y si, acepto ser ciertamente cursi ante algunos dramas, pero este me dejo muchos pensamientos al aire: sobre lo que a veces hacemos en la vida, sobre cómo nos perciben los demás siendo homosexuales—incluso recordando cómo mi familia aceptó en su momento mi revelación de la verdad acerca mi orientación sexual—, de cómo a veces no somos lo suficientemente responsables sobre nuestra sexualidad y de cómo el amor puede ser lindo y cruel en cierta medida. Pero para esta entrada en particular, hablaré sobre el momento de la lucha por defender el respeto como personas iguales ante la sociedad.

En el marco de esta celebración, pensaba en algo que es una triste realidad: nosotros eventualmente somos —como homosexuales, o partícipes del sector del arcoíris—, los que más agredimos a la misma gente que se identifica plenamente (o en secreto) del sector LGBTI (y sus demás letras que no estoy seguro como van pero resumiré en LGBTI). Es una realidad la cual no necesito ir tan lejos, para poder obtener información de odio y de discriminación entre la misma gente: redes sociales. De manera implícita, o bajo ciertos comentarios, tendemos a la crítica que casi nunca es constructiva, sino hiriente u ofensiva en la medida que gestamos odio e indiferencia desde nuestras posturas, que a veces parecen ser las más cómodas y verídicas, pero que sin querer, agreden otras que también son válidas, o al menos, respetables.

La película The Normal Heart habla de una lucha desde muchos contextos, sin embargo, hay una en particular que es por la visibilización —casi explícita— de una comunidad, luchando por los derechos a la libre expresión y a la aceptación que le corresponden a la gente gay: el tema data de los años ochenta, en pleno auge de la euforia por la libertad sexual y que a su vez se empaña con todo el tema del surgimiento del SIDA y de las múltiples muertes que se presentan en ese entonces. Sin embargo, una lucha de derechos se transforma en una lucha por la vida dado que una rara enfermedad está matando a la mayoría de hombres que son gays o tienen relaciones sexuales con otros hombres, y eso pone en jaque todo un movimiento político que pretende defender a los homosexuales por encima de su promiscuidad evidente y su irreverencia social.

Ya casi serán cuarenta años de una lucha política y social visible que tiene como objetivo el abolir y de dar igualdad a todas las personas que se identifican plenamente entre el sector LGBTI, y sin embargo, todavía existe mucho desconocimiento y violencia contra aquellos que se manifiestan abiertamente a la sociedad, incluso, todavía existen países donde el tema es condenable a muerte. Sin ir tan lejos, en un país donde sigue la lucha por reconocer algunos derechos que si tienen las personas heterosexuales, todavía sentimos la fobia y el odio entre nosotros: ¿acaso cuarenta años no son suficientes para aprender que deberíamos ir juntos a una lucha común y es la de hacernos respetar, y no la de irrespetarnos entre nosotros? Tristemente parece que no fuese así.

La verdad va más allá de la homofobia, sino la del respeto por cualquier persona.

Casi que podría ver la película y se siente que las escenas se pueden ajustar a un contexto actual y que el tema es recurrente: somos ignorantes con nuestra sexualidad y los cuidados que le merecen. Ya sabemos con certeza lo que esta rara enfermedad nos causa, y aun así, el frenesí del sexo sigue en pie y pocos son los que realmente miden las verdaderas consecuencias de resultar contagiados simplemente por no tener un cuidado mínimo: las cifras actuales de contagio siguen siendo alarmantes, pese a que los métodos para prevenirla también son bastantes sencillos de usar. De momento, el mejor método para evitar cualquier tipo de ETS (Enfermedad de Transmisión Sexual) debería llamarse educación sexual y autoestima, porque los condones son fáciles de conseguir. Y si, el tema es concerniente porque querernos y demostrar responsabilidad sobre nuestros cuerpos también es una forma de visibilizar que somos responsables y que podemos amar si nos amamos a nosotros mismos y a nuestros compañeros sexuales.

En un día como hoy, bajo el marco de esta celebración internacional, viendo como muchos publican —me incluyo ahí— comentarios sobre la discriminación, colocando banderas de colores por doquier en nuestras redes y apoyando una idea general, pensaba que no debería ser el único día que pensemos realmente qué hacemos como personas para hacer que nuestros derechos y que la homofobia en sí, no exista, y que apoye la idea de un colectivo mayor, quizá el de todos los que celebran también esta fecha, que es la de no apoyar cualquier tipo de rechazo. Tal vez luchamos socialmente por algo que ni nosotros mismos aprendemos a valorar, porque estamos exigiendo respeto de los demás, pero incluso ni nos respetamos como personas y mucho menos respetamos a los demás. ¿Será que la lucha que pretendemos dar es consecuente con los actos que nos preceden entre el mismo movimiento, y hablando como hombre homosexual, del movimiento gay?

Antes de pensar en tratar de ganarnos el respeto de los demás, miremos si somos capaces de respetar al resto de personas que nos rodean, que emitamos críticas constructivas que den pie a la construcción de una mejor sociedad, que nuestros actos como seres humanos nos definan más que un simple gusto sexual o nuestra apariencia física, que nuestro odio sea únicamente contra el odio en sí, y no contra nuestros semejantes, que la tolerancia y el respeto a la diversidad no sea un tema únicamente aplicable a nuestra orientación sexual, sino desde todas las perspectivas posibles; políticas, sociales, religiosas, educativas, entre otras: seguramente cuando seamos capaces de ser mejores personas y no mejores gays —qué es lo que la mayoría cree que es la lucha principal—, sin duda, sí podremos exigir el respeto por ser iguales a los demás, incluso mejores si es necesario, porque demostramos y respetamos lo diferente.

Obvio que es un mensaje que también se debe aplicar a los que se consideran fuera del círculo LGBTI: personas y familias heterosexuales, pero como dudo mucho que esta entrada la pueda leer alguno de ellos, el mensaje va para ti, compañero diverso, a que reflexiones realmente sobre este día y sobre el paso que debemos dar también nosotros para hacer válido el tema contra el rechazo y la discriminación de nuestros semejantes.

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